Historia del el origen de la feria y del mole
Cada año, el corazón de México se viste de aromas, colores y sabores inconfundibles para celebrar uno de los platillos más emblemáticos de la gastronomía nacional: el mole. La Feria Nacional del Mole, realizada tradicionalmente en San Pedro Atocpan, una comunidad ubicada en la alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México, es un homenaje a la herencia culinaria que ha puesto al mole en el mapa del mundo.
El mole tiene raíces prehispánicas. Su nombre proviene del náhuatl molli, que significa “mezcla” o “salsa”. Originalmente se preparaba con ingredientes como chiles, semillas, especias y cacao, y era ofrecido a los dioses en rituales. Con la llegada de los españoles, se incorporaron nuevos ingredientes como la canela, el ajonjolí y el pan, dando origen a las versiones mestizas que hoy conocemos.
La Feria Nacional del Mole nació en 1977 cuando un grupo de familias productoras de San Pedro Atocpan decidió organizar un evento para promover el mole artesanal elaborado en la región. Este pueblo produce alrededor del 90% del mole que se consume en México, lo que lo convierte en la capital indiscutible del platillo.
Desde entonces, cada octubre, miles de visitantes se dan cita para disfrutar de la feria, que combina gastronomía, música, danza, artesanías y un ambiente festivo que celebra la identidad mexicana.
Variaciones del mole, un universo de sabores
Aunque el mole poblano es el más famoso, existen más de 50 variedades regionales en todo el país, cada una con sus ingredientes y matices únicos. Entre las más reconocidas se encuentran:
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Mole negro de Oaxaca: oscuro y profundo, con chocolate, chiles secos y especias.
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Mole coloradito: de sabor más suave y ligeramente dulce.
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Mole verde: elaborado con hierbas frescas, pepita y chiles verdes.
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Mole almendrado: con notas dulces y textura cremosa gracias a las almendras.
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Mole de frutas: típico de Puebla y Guerrero, con plátano, manzana o durazno.
En San Pedro Atocpan predominan tres estilos: el mole almendrado, el rojo y el pipián verde, todos hechos con técnicas tradicionales que pasan de generación en generación.
Maridaje: cómo disfrutar el mole con bebidas
El mole es un platillo complejo, por lo que maridarlo requiere equilibrio. Aquí algunas combinaciones ideales:
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Vino tinto joven o afrutado: un Cabernet Sauvignon o un Merlot complementan los sabores intensos del mole poblano.
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Cerveza oscura o artesanal: las notas tostadas y caramelizadas armonizan con el cacao y los chiles.
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Tequila reposado o mezcal ahumado: resaltan la profundidad y los matices especiados del mole negro.
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Vino rosado seco o espumoso: combinan a la perfección con moles más ligeros como el verde o el de frutas.
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Café de altura o chocolate caliente artesanal: una opción tradicional para acompañar mole en desayunos o celebraciones familiares.
Un festival que preserva la identidad
Además del deleite gastronómico, la feria promueve la preservación cultural y el turismo rural. Los visitantes pueden recorrer talleres donde se elabora el mole desde cero —tostando, moliendo y mezclando a mano—, además de disfrutar de presentaciones artísticas, danzas y muestras de arte popular.
El evento atrae cada año a más de 500 mil asistentes, y es considerado una de las ferias gastronómicas más importantes de México. Su éxito ha inspirado festivales similares en estados como Puebla, Oaxaca y Guerrero, donde también se honra este platillo icónico.
La Feria Nacional del Mole no solo celebra un alimento: celebra una historia, una identidad y una herencia culinaria que une a México. Detrás de cada plato hay siglos de tradición, innovación y amor por los sabores auténticos.
Y si además lo acompañas con un buen vino, cerveza artesanal o un destilado mexicano, la experiencia se convierte en una verdadera fiesta para los sentidos. Conoce nuestra colección de Vinos Vinos – Vinosylicores.com para maridar este platillo tan emblemático mexicano.